El Tarot, desde que llegó a mi vida, se ha convertido en un amigo fiel y leal que me ha acompañado en los momentos más complejos de mi vida, con su respuesta pronta de claridad meridiana. He jugado con él y me ha desvelado insospechados caminos ante las encrucijadas vitales. Siempre está ahí.
Desde que comencé con las clases profundicé en su estudio iconográfico descubriendo un pozo sin fondo. Los arquetipos desgranan un ingente caudal de imágenes que se nutren en el inconsciente colectivo desde la noche de los tiempos. Mitos, leyendas, imágenes de la historia, del arte y de la espiritualidad, entretejiendo culturas de todos los continentes. Todo lo atesoro para transmitirlo en mis enseñanzas y en mis lecturas.
En 2011, la Estrella Arcano XVII se reveló como la diosa de acuariana que traería una nueva dimensión para el tiempo por venir y que narré en “La Profecía de la Estrella” juntando todo lo que llevaba estudiando durante toda mi vida, depertando a la artista adormecida. Puedo decir que me transformó tanto o más que el descubrimiento de la bioenergía.
Cuando enseño Tarot, no solo enseño este polisémico lenguaje, sino también cómo consultarlo, ya que los arquitectos que lo construyeron lo idean como una compleja computadora.
A menudo lo defino como la primera inteligencia artificial, combinando sus 78 líneas de código elabora mensajes concretos.
Calculando la Gran Tirada, la que utilizo en mis consultas y que traza el mapa del momento en el que estamos, 26 cartas, resultan trillones de combinaciones diferentes. La posibilidad de un mensaje único para cada consultante es casi infinita (348.131.422.929.868.015.284 variaciones).
Como a cualquier inteligencia artificial, hay que aprender a preguntarle, obviamente. La magia interviene en el azar de barajar los 78 códigos.
En su espíritu nos manda un mensaje claro, nuestro peor enemigo somos nosotros mismos, lo peor que nos puede pasar es que el miedo nos domine, ya que EL MIEDO MATA LA MENTE, pero siempre nos dice que es subjetivo, nuestra mente enloquecida fraguando hipótesis catastróficas e improbables por venir. Nos insta al control.
El antídoto es el Loco, el libre que siempre busca alternativas en el viaje de la vida y se sumerge en la experimentación y el Diablo que nos empodera, en alusión a los dioses de naturaleza salvaje que viven en el bosque, y que tras la forja del carácter en las virtudes nos enseña a vivir con osadía, derrumbando la Torre de nuestros prejuicios y a elegir nuestra vía. Pero la libertad de la que habla el Tarot siempre nos lleva a asumir nuestra responsabilidad. Nuestro es el fracaso y el triunfo. Nuestra es la enseñanza, el mayor tesoro.
Haz lo que debas, esa debe ser toda la Ley, pero no olvides que cada hombre y mujer es una estrella que debe seguir su propia estela, como decía el gran Aleister Crowley.