Los primeros Tarots se construyen al calor de la Academia de filosofía de los Medici ilustrando a modo de «diapositivas» una serie de mitos relacionados con el neoplatonismo, el universo de Aristóteles, cultos mistéricos, algunas doctrinas heréticas, alquimia.
Esta academia se inspiró en las sincréticas enseñanzas de Gemistus Pletho, un controvertido filósofo bizantino cuyo influjo es indudable en la baraja.
Posteriormente el Tarot alcanza su madurez icónica en la Francia prerrevolucionaria, incorporando nuevos iconos, más acordes a los principios ilustrados.
Siempre he pensado que su valor es presagiar los grandes cambios de la Edad Contemporánea, con el triunfo de la ciencia, la rotura del sistema de clases, y la liberación de la mujer. No en vano gira alrededor de la Papisa y la Iglesia de las Mujeres de Santa Giugelma y su papisa Maifreda Visconti.
La baraja recopila de este modo un ingente caudal arquetípico que se remonta hasta la noche de los tiempos, barajando espiritualidad, ciencia, filosofía y política.